Carta al Editor
El paciente VIP
Pablo Young
Revista Fronteras en Medicina 2016;(01): 0026-0027 | DOI: 10.31954/RFEM/201601/0026-0027
Los autores declaran no poseer conflictos de intereses.
Fuente de información Hospital Británico de Buenos Aires. Para solicitudes de reimpresión a Revista Fronteras en Medicina hacer click aquí.
Recibido 2016-02-20 | Aceptado 2016-02-20 | Publicado 2016-03-01
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Señor Editor:
Motiva la siguiente una Carta al Editor publicada recientemente en la Revista Médica de Chile1,2. Se menciona que la formación del médico es un proceso complejo que pasa por diversas etapas y que comprender las necesidades del otro conlleva una serie de procesos bien estudiados, pero no del todo bien comprendidos. Disciplinas científicas como la fisiología, la fisiopatología, la anatomía, nos permiten entender mejor los procesos de salud y enfermedad. La semiología médica, por su parte, nos posibilita un acercamiento ordenado a las señales que ese otro ser intenta transmitirnos. Mucho de arte hay en este proceso, pero también mucho de técnica y disciplina. En lo complejo del acto médico, aparecen otros factores como el vertiginoso avance del conocimiento científico y clínico, la facilidad en el acceso a las fuentes de información por parte de pacientes y familiares (el llamado paciente 2.0; véase en la Tabla 1 las 10 características de estos pacientes), la percepción en la opinión pública de que la medicina es una profesión cada vez más cercana a la tecnificación y alejada de las personas, la presión de los administradores de salud por la “productividad”, sólo por nombrar algunos acrecientan el duro escenario con el que atendemos a nuestros pacientes en el quehacer diario.
Existe un escenario particularmente complejo: el paciente VIP o recomendado3. Ese acrónimo, usado en diferentes ámbitos para designar a personajes destacados (políticos, empresarios, artistas, entre muchos otros) y que indica a una persona muy importante (very important person) también ha permeado en el ámbito sanitario. Sin embargo, en la actualidad no es necesario ser exclusivamente un “personaje muy importante” para constituir en medicina un paciente VIP. ¿Quién no se ha enfrentado al paciente cuyo pariente cercano resulta ser su ex jefe de Servicio…? ¿O cuyo familiar acompañante es un colega que vive fuera de la ciudad y su cercanía con el paciente se establece a través de las múltiples llamadas que recibes como médico tratante…? ¿Quién no ha tenido que atender a un séquito de acompañantes del paciente, no siempre facilitadores, para tener que explicarles la situación de gravedad una y otra vez? Lo complejo de la situación creada al catalogar a alguien como VIP no es el hecho mismo de que en mérito lo sea, sino que, al menos filosóficamente hablando, todos los pacientes debiesen ser considerados de igual forma en el enfrentamiento de los problemas que lo aquejan y en la toma de decisiones que eso conlleva. En este mismo sentido, el que alguien sea designado como VIP puede exponer al médico y al resto de su equipo a una vulnerabilidad, generando burnout, o a una tensión innecesaria con el paciente y su entorno. El espectro es amplio e inclusive con estos pacientes se cometen a veces más errores, conformando el cuadro de un síndrome del recomendado3.
A su vez como dice Reyes2 es irreal proponer a un médico, y al personal que lo acompaña, que sienta lo mismo si le advierten que en el consultorio o en una habitación dada lo espera el Director del Hospital o el Presidente del Consejo de Administración o inclusive su propio Jefe de Servicio. Y que, a continuación, actúe como si no hubiese sentido diferencia alguna.
Parece dudosamente ético proponer que no reaccione de modo especial si el paciente por atender es un médico, o un familiar cercano de un médico quien, a su vez, espera tener acceso directo y personalizado a la información clínica pertinente. Ya durante mi Residencia de Clínica Médica, advertí que los médicos del Hospital que no me conocían mostraban una deferencia especial al atender a mis familiares cercanos. He sido atendido de una manera insuperable por compañeros del Servicio u otros especialistas del Hospital, como paciente.
En estas situaciones y actitudes algo pudo tener que ver un par de frases de un documento que se mantiene vigente dos mil cuatrocientos años después de su génesis: “… A aquel que me enseñó este arte, lo estimaré lo mismo que a mis padres; […] Consideraré su descendencia como hermanos míos,…”. La ansiedad inevitable en la condición de paciente, o familiar cercano de un paciente, la sentimos los médicos como todo paciente, tal vez muchas veces con mayor intensidad, sobre todo si enfrentamos la posibilidad de un pronóstico sombrío. En esas situaciones nos parece que tenemos un derecho natural a recibir un trato particular, un trato VIP. Los médicos deben conducirse de “buena forma, de la mejor forma”, pero no creo que deban hacerlo “de la misma forma”, ya que un paciente VIP es un paciente diferente. Siempre debemos procurar evitar caer en el síndrome del recomendado. Además, querámoslo o no, algún día seremos pacientes VIP.
Dr. Pablo Young
Médico de planta, Servicio de Clínica Médica, Hospital Británico, Buenos Aires, Argentina
Leonardo Soto G. El paciente “VIP”. Rev Med Chile 2016;144:273-4
Reyes HB. El paciente “VIP”. Rev Med Chile 2016;144:274.
Young P, Finn BC, O´Farrell ML, Ceballos ME, Bruetman JE. Síndrome del recomendado. Rev Med Chile 2012;140:365-6.
Miranda CM, Jadresic ME, Chomali GM, Miranda CE, Cáceres IC. El uso del correo electrónico en la comunicación médico-paciente. Rev Med Chile 2013;141:814-5.
Higgins JP. Smartphone applications for patients' health and fitness. Am J Med 2016;129: 1-9. Review.
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